Miro el
huevo de zurcir calcetines, un huevo de piedra brillante, la semilla
petrificada, el origen de la vida, y recuerdo a una
abuela bajo la lámpara con aguja, hilo y dedal. También a ella le hubiera
gustado zurcir a aquel novio que tuvo y con el que no se casó, zurcir las
soledades y las malas decisiones, zurzcir a los que le llevaban la contraria,
zurcir zurcir, zurcir.
Y cuando ya era
demasiado tarde para hacer algo, pensó, que os zurzan a todos.
La vida se la habían fabricado los otros. Pero hubo un poco
de luz, decidió guardar el chocolate en el aramario y endulzarse la vida a
pesar de las prohibiciones.
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