sábado, 20 de marzo de 2021

Palencia

 Caminar con el viento en contra y el sol en la cara, andar despacio por esta primavera que asoma gélida. Pasear, que las piernas te lleven a una isla de margaritas, a un árbol que se mece con el aire, el cemento que lo inunda todo, las islas verdes que no son suficientes entre tanto asfalto, y pensar en un modelo de ciudad más amable, menos dura. Ver ese parque de cemento e intuir que se ha ido algo con ello, la tierra, la vida, la espontaneidad, la cara amable de los árboles y el césped, del aire limpio.

En esta ciudad la naturaleza siempre tiene el viento en contra, un aire de billetes y adjudicaciones, un aire de proyectos que se dan a amiguetes y se olvidan de la amabilidad del verde yerba, del gris tronco, del marrón rama y soplan con el verde billete, el gris cemento y el marrón para la ciudadanía que pierde espacios naturales y absorbe despropósitos, llámese la tala del Monte El viejo, los jardinillos o la orilla izquierda del río.

El viento en contra de las raíces, de los ecosistemas vejados. 

Cuando hay ciudades premiadas por cuidar sus ecosistemas y su naturaleza, la nuestra los sustituye y se viste de asfalto, de tala, de desprecio por ese oxígeno que tanta falta nos hace.