Caminar con el viento en contra y el sol en la cara, andar despacio por esta primavera que asoma gélida. Pasear, que las piernas te lleven a una isla de margaritas, a un árbol que se mece con el aire, el cemento que lo inunda todo, las islas verdes que no son suficientes entre tanto asfalto, y pensar en un modelo de ciudad más amable, menos dura. Ver ese parque de cemento e intuir que se ha ido algo con ello, la tierra, la vida, la espontaneidad, la cara amable de los árboles y el césped, del aire limpio.
En esta ciudad la naturaleza siempre tiene el viento en contra, un aire de billetes y adjudicaciones, un aire de proyectos que se dan a amiguetes y se olvidan de la amabilidad del verde yerba, del gris tronco, del marrón rama y soplan con el verde billete, el gris cemento y el marrón para la ciudadanía que pierde espacios naturales y absorbe despropósitos, llámese la tala del Monte El viejo, los jardinillos o la orilla izquierda del río.
El viento en contra de las raíces, de los ecosistemas vejados.
Cuando hay ciudades premiadas por cuidar sus ecosistemas y su naturaleza, la nuestra los sustituye y se viste de asfalto, de tala, de desprecio por ese oxígeno que tanta falta nos hace.
Cuanta razón tienes aina no tenemos más k cemento
ResponderEliminargracias, una lástima
EliminarComo no estar de acuerdo contigo. Precioso texto con mensaje tan triste como cierto. Comparto con tu permiso.
ResponderEliminargracias
EliminarGenial! No conocía tus blogspot.
ResponderEliminarEspero que te guste
ResponderEliminarAsí es Aina. Buena reflexión y una pena. Da coraje esta Palencia
ResponderEliminarGracias Concha
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